
Así, el vínculo creado entre personalidades totalmente opuestas refleja las contradicciones en las que incurren los humanos en sus relaciones, mientras asistimos a la historia de dos personajes secundarios, vecinos ambos de los principales, que se resquebraja imitando la que el propio juez relata anteriormente. Da la sensación de que no aprendemos de nuestros errores y estamos condenados a caer en las mismas decepciones. Este fatalismo tiene su lado amable a la par que trágico en un final reunido donde confluyen de forma un tanto forzada los protagonistas de los tres colores. Curiosamente, la acción se traslada al cantón suizo de Ginebra, sin que transcurra en ningún momento en Francia de modo directo.

Es la última forma de hipocresía, ya que todos los personajes de la trilogía enarbolan la bandera de su egoísmo en mayor o menor medida, siendo Valentine, la protagonista de Rojo, la única que consigue mirar más allá de sí misma en un impulso de ayuda al prójimo. Aparte de los escuetos cameos, el único nexo narrativo que comparten las tres partes antes del final es la imagen de una anciana que apenas puede andar intentando tirar basura a un contenedor con muchas dificultades, ante la pasividad de los distintos protagonistas, hasta que finalmente Valentine da un paso al frente. Es sólo un detalle, pero indica el desdén que el propio Kieslowski dirige hacia sus propios vehículos de expresión, como una crítica a todos nosotros.
No en vano, el director polaco ha sido encuadrado frecuentemente en el llamado “cine de ansiedad moral”, que bien podría definir toda la última parte de su obra de ficción junto a su habitual colaborador en los guiones, Krzysztof Piesiewicz. Aunque Trois couleurs es una magnífica muestra, quizá la más madura y perfeccionista, sería un error menospreciar trabajos anteriores, quizá menos dechados en relación a presupuesto y pretensiones, pero igual de interesantes: Bez konca (No end, 1985), Krótki film o zabijaniu (No matarás, 1988) o Krótki film o milosci (No amarás, 1988), junto con las ya mencionadas más arriba. Cuentan con referentes tan grandes como Crimen y castigo o el universo orwelliano y una de las visiones más descorazonadoras sobre el amor que haya visto el cine moderno.
Azul fue galardonada con la Palma de Oro del Festival de Cannes, Kieslowski se llevó el Oso de Plata al mejor director en la Berlinale por Blanco, mientras que Rojo fue nominada al Oscar a mejor película extranjera.
José Miguel Moreno
Josemi, me ha encantado tu crítica , de hecho me voy a ver las tres pelis del tirón.
ResponderEliminarun besazo
Elena Glez.